La comida no sólo es el combustible del cuerpo sino que afecta a nuestros genes y a la carga genética que transmitiremos a nuestra descendencia.
Se puede influir en los genes a través de la dieta.
Hay un médico en Estados Unidos que viene investigando a los gemelos iguales que de adultos hacen vidas separadas desde hace varios años. Cuando uno de los gemelos cambia la alimentación y el estilo de vida al tiempo empiezan a aparecer las diferencias de carácter, fisonomía y de salud que antes no existían. Aquel gemelo que consumía comida chatarra, procesada, vivía en grandes urbes y tenía un estilo de vida sedentario había modificado su carga genética. Incluso había cambiado sus facciones. El otro gemelo que hacía ejercicio periódicamente, ingería comida casera, frutas y verduras en forma regular y tenía un estilo de vida sano tenía otra carga genética: para la epigenética se trata de dos personas diferentes.
Para los científicos el epigenoma es un diagrama que muestra qué genes están activos y cuáles no. Aseguran que el ambiente, el tabaquismo, las bebidas e incluso los objetos fabricados de material sintético que tocamos con las manos, juegan un importante papel. Los rayos ultravioletas del sol y la hormona del estrés tienen influencia epigenética.
En un estudio realizado en Holanda sobre la hambruna de la posguerra en niños, asegura que aquellos con falencias de nutrición desarrollaron de adultos mayores varios tipos de cáncer mientras los niños de los mismos pueblos que padecieron la guerra y no tuvieron fallas en su alimentación viven una vida saludable de ancianos. Los científicos epigenéticos dicen que las células tienen memoria y cualquier hecho adverso para la salud, especialmente en los primeros años de vida, tendrá una manifestación biológica en algún momento.
La vitamina B12 es importantísima para la epigenética. Otro estudio ha observado que algunas comunidades de la India la consumen a diario en vegetales que no están del todo bien lavados. Al emigrar a Inglaterra, las personas de esas comunidades que han ingeridos vegetales escrupulosamente lavados, han enfermado ya que no contenían la bacteria que lleva al vitamina B12 que estaba acostumbrados a ingerir en su país.
Los estudios epigenéticos sobre el consumo del té verde en Japón han explicado por qué el país de 175 millones de habitantes tiene índices de cáncer muy por debajo de la media. De las hojas frescas de tér verde hervidas en agua se obtiene un producto químico único en el mundo. Esa sustancia reactiva genes que luchan contra el cáncer, y que se van volviendo inactivos con la edad.