La tuberculosis también conocida como infección por el bacilo de Koch, es transmitida entre los humanos a través de la saliva expulsada a través de la boca por la tos. La bacteria de la tuberculosis se asienta en los pulmones, donde comienza a replicarse y diseminarse. Es conocida desde la antigüedad por su gran virulencia y fácil propagación y desde los años 80 ha vuelto a reaparecer principalmente debido a la aparición del Sida.
¿Quién transmite la tuberculosis?
El ser humano es la principal fuente de almacenamiento y contagio de los bacilos de la tuberculosis. Aproximadamente un tercio de la población actual posee dichos bacilos en su interior pero sólo unos 30 millones de personas pueden desarrollan la enfermedad como tal al año.
Al tratarse de una infección crónica aunque el individuo supere la fase aguda de la enfermedad los gérmenes permanecen en el interior de este de por vida y la enfermedad puede volver a reaparecer si el sistema inmune de la persona se debilita. Los varones, los menores de 15 años y aquellas personas que se inyectan drogas con frecuencia son más propensos a la enfermedad.
Síntomas de la tuberculosis
El primer contacto con la infección produce una serie de síntomas que en la mayoría de las ocasiones pasan inadvertidos por su forma lenta e insidiosa de presentarse. Generalmente el afectado refiere astenia o cansancio, falta de apetito, pequeña pérdida de peso, sudoración nocturna y algunas décimas de fiebre por la mañana.
Cuando se desarrolla la enfermedad los síntomas anteriores se producen con mucha mayor intensidad y más tiempo además de otros nuevos como tos respiratoria, expectoración masiva con aspecto sanguinolento y dolor torácico.
En el 10% de los casos de tuberculosis la enfermedad puede extenderse más allá de los pulmones y afectando a otros órganos como el sistema nervioso central (meningitis tuberculosa), corazón (pericarditis tuberculosa), huesos (osteomielitis tuberculosa), etcétera.
¿Cómo se diagnostica la tuberculosis?
La prueba de la tuberculina constituye el método universalmente aceptado para el diagnóstico de la enfermedad. Esto consiste en una inyección superficial de un antígeno tuberculínico. Si el individuo ha tenido contacto previo con la enfermedad habrá desarrollado anticuerpos frente a la misma, por lo que al inyectarse dicho antígeno el organismo reacciona mediante un endurecimiento de la piel alrededor del sitio de la inyección.
Luego para ver si el individuo simplemente ha estado en contacto con los bacilos o si realmente está desarrollando la enfermedad, se realiza una radiografía del tórax y un estudio del esputo.